Despedidas
Director: Yojiro Takita
País: Japón
Año: 2008
Duración: 130 min. aprox.
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Me tardé mucho en verla, desde que me enteré de su existencia me llamó la atención por el tema, algo que sin duda era una variante en el trabajo de Yojiro Takita, de quien había visto ya Ashura, Secret y La espada del samurái, por otro lado actúa Masahiro Motoki, quien me agrada desde que le vi en The bird people in China.
En breve: Cuenta la historia de Daigo, chelista de una orquesta recién disuelta y residente en Tokio. Daigo es un hombre joven con ciertos problemas internos, ya que cuando lo conocemos sabemos que su deseo mayor es tocar en una orquesta y triunfar con ella, desgraciadamente le va mal y piensa que simplemente no es bueno, que gente como él no puede triunfar, un pesimismo que podemos atribuir al origen de su “pasión” por la música: su padre que por demás de obligarlo a que le gustara le acabo abandonando. Pues bien, debido a este complejo de inferioridad Daigo decide dejar la competitividad de la ciudad y volver a su pueblo natal acompañado de su esposa, ya encontrará una fuente de trabajo. Éste no se hace esperar y cierto día al hojear el periódico ve una oportunidad en una Agencia de despedidas.
La Agencia de despedidas, confundida por él por una Agencia de viajes, no es otra cosa que una Agencia ceremonial para el amortajamiento de los difuntos. Daigo se sorprende, avergüenza de aceptar un trabajo así, y se asquea, sin embargo el dinero puede más y acaba por aceptarlo, eso sí, ocultándolo de su esposa y de todos. Pero sabemos que las mentiras no se pueden sostener para siempre y acaban descubriéndose, es cuando su esposa y amigos le dan la espalda, alguien le llega a decir: “¿No puedes conseguirte un trabajo decente?” Pero esto a Daigo ya no le importa, ahora aprecia su trabajo, el cual más allá de proveerle una estabilidad económica ha ejercido en él una evolución espiritual.
Sabemos cómo son los japoneses de ceremoniosos, pero no conocer su cultura no es un impedimento para entender este drama lleno de simbolismos, con una narración comparable con el protocolo ceremonial: pausado y elegante, y se tocan temas como lo son los dilemas filiales, el amor, lo natural que es la muerte y su trascendencia, el perdón y la superación personal como ser humano. Mediante guiños donde tenemos un pollo crudo para la cena o la vida de un salmó, historias sobre rocas que llevan mensajes del corazón y perduran por toda la vida, o la alegría contrastada con el dolor de ver al ser querido partir.
Si se le puede achacar algo quizá puedan ser dos cosas y más la segunda. La primera es que en su afán de originalidad va del humor negro a lo lacrimógeno, de la desolación a la solidaridad del compañerismo, y no es que no salga avante de ello, sino que en ocasiones se excede para causar efecto y eso es notable. Lo segundo es lo inverosímil que algunas reacciones llegan a ser, como si se tratase de un ardid, y en una obra como ésta, tendría que haber más credibilidad.
Ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, con una fotografía deliciosa y una música preciosa, celestial. Multipremiada en Japón y en otros sitios.
Poética y reflexiva. Totalmente recomendable. Más de dos horas que a mí se me pasaron... rápido. La puedo describir como una tragicomedia ceremonial. Creo que es lo mejor que este director ha hecho (conociendo previamente cosas como La espada del Samurái, Secret y Ashura).
También me recordó un poco (aunque claro, desde un enfoque muy diferente) a la serie Six feet under.
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