domingo, 23 de enero de 2011

The Walking Dead


Director: Michael Curtiz
País: E.U.A.
Año: 1936
Duración: 65 min. aprox.

“The walking dead”, título que comparten algunas películas y la serie más reciente de zombis, esta vez hace referencia al segundo título de “zombis” (obviamente no sé si realmente es el segundo, pero de los de “importancia”, de los conocidos, lo es). ¿Por qué la vi? Ah, porque decidí ir seleccionando cronológicamente títulos con lo temática Zombi, empezando desde 1932.

The walking dead es un tanto engañosa dentro de la temática, porque en sí no es una referencia directa al zombi. A diferencia de la anterior (White Zombie) que se enfocaba en el sincretismo del vudú para explicar la zombificación, en ésta, si bien el tipo murió y luego resucitó, no es plenamente un zombie: no anda infectando a sus congéneres, paseando por las calles sembrando el terror ni matando así por nada más, no… más bien la vuelta a la vida le produjo cierto retraso mental y se le ve deambulando con lentitud y causando lástimas, es que el asunto más que macabro es científico, y por ende la película si bien tiene dejos de “terror” su peso recae en la ciencia ficción.

Ellman es un ex presidiario y en palabras de él, un excelente músico, también, un buen tipo que sólo busca readaptarse a la sociedad. En parte por su ingenuidad y en parte por la decepción de que todas las puertas se les cierran acepta un trabajo bastante desconfiable (vigilar día y noche la casa del juez que en otrora lo condenó, ¿para qué? No sabe, pero su misión es llevar el registro de actividades y no moverse de ahí), y pues sí, la desconfianza estaba fundamentada. Días después el juez es asesinado por un grupo de poderosos personajes (estos que ante la sociedad dan una respetable apariencia pero en realidad la corrupción es lo suyo) y el inocente Ellman se convierte en el chivo expiatorio, la sentencia: la silla eléctrica.
Mientras tanto, el Dr. Evan Beaumont, quien tras enterarse de su inocencia, hacer lo posible para salvarle la vida y fracasar, pone en práctica el experimento en que ha trabajado: revivir a los muertos a base de electricidad, el candidato perfecto, Ellman. Aunque el resultado es positivo Ellman pierde algunas de sus facultades mentales y motrices, no así su habilidad para tocar el piano y la adición sobrenatural de, no sabe cómo pero lo sabe, conocer a los involucrados en su muerte. Triste el personaje de Ellman, errante del mundo (no se siente bien con los vivos), comienza lo que parece ser su último deseo, ajustar cuentas con aquella banda de malhechores y así descansar en paz.


No está mal, su breve metraje la hace entretenida. En resumen es la venganza de un inadaptado muerto vuelto a la vida, curiosamente no perpetrada directamente, sino a base de intimidación mental y la misma conciencia del maleante (después de todo, una conciencia intranquila e impresionable es el obstáculo más grande al que todo criminal teme), y la obsesión de un científico/neurólogo por conocer qué hay en el “más allá”.


Producida por la Warner Bros como parte de la respuesta al éxito de la Universal y sus películas de terror. Con un Boris Karloff en el papel protagonista, muy famoso por su protagonismo en películas de terror, realmente lo conozco poco (salvo por sus opacadas apariciones con Vincent Price) y ésta no me ayuda mucho… nada más se le ve primero cual ratón asustado, y luego errando tullido y lento. Lo que si es agradable ver es como es, de cierta forma, el punto final para el director Michael Curtiz quien deja el terror para desarrollarse mucho mejor en otros temas como el cine negro, bélico y el romance.

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