Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera

Director: Kim Ki-duk
País: Corea del Sur
Año: 2003
Duración: 102 min. aprox.
Trailer


¿Un poema acerca de la moral? Más bien una metáfora acerca de la vida es la que nos ofrece Kim Ki Duk con un discurso sumamente atípico dentro de su filmografía caracterizada por soberbios dramas, tan hermosos como agudos, sutil y exquisitamente violentos.


El filme nos ubica en un templo flotante en un lago, alejado del mundo de los hombres y resguardado por las montañas. En este templo de puertas aisladas en el espacio viven un par de monjes (un adulto y un niño) y es aquí donde asistiremos a unas cuantas lecciones impartidas por el antagonista de la historia: la propia naturaleza humana. Desde una perspectiva esquematizada y cíclica se nos expone la vida:

Primavera – Infancia – Inocencia:
La conciencia de la repercusión de nuestros actos es el despertar/pérdida de la inocencia. No podemos ir haciendo a nuestro antojo y gozo por el mundo.

Verano – Adolescencia – Pasión/Deseo:
La lujuria genera ambición y la ambición lleva al asesinato, lo que bien podemos entender como que el desear conlleva a poseer y en este afán de poseer se da la destrucción de aquello que apreciábamos/amamos.

Otoño – Adulto Joven – Caída.
Los celos despiertan la ira y cegados de ésta busca saciarse en la venganza, que en lugar de alivio trae amargura, dolor.
La búsqueda de la redención, el añorar el pasado donde todo era más simple, el asumir responsabilidades.

Invierno – Madurez.
¿Después de todo qué es la vida sino un cumulo de decisiones agentes de tan bellas como dolorosas experiencias? El único conducto a la sabiduría es la experiencia y a la vez, ése es su costo.

Y más allá de esto se encuentra el nacimiento y la muerte.


Una película de lirismo místico, templado y altamente simbólico (desde los animales a las estaciones y acciones) que se deja querer. No es mi película favorita de Kim, para nada, y no llega a tocarme como otras sí, pero vale la pena verla y recordar lo que ya sabemos y en esta vida gustamos olvidar porque es más fácil.