Director: Hitoshi Matsumoto
Guionistas: Hitoshi Matsumoto, Mitsuyoshi Takasu, Tomoji Hasegaw y Kôji Ema
País: Japón
Año: 2013
Duración: 100 min. aprox.
Género / Tópico: Comedia - Drama / Comedia absurda - Comedia negra
Sinopsis: Un hombre gris vive una existencia ordinaria y triste, con su esposa en coma y teniendo que cuidar de su hijo, pero en su interior esconde una oculta adicción al sadomasoquismo, obteniendo placer a través del dolor. Un día el hombre entra en un exclusivo y misterioso club de S&M, entrando en un mundo desconocido, donde encuentra a mujeres seductoras y dominantes.
Reparto / Personajes
Nao Ômori es Katayama
Naomi Watanabe es La reina de la saliva
Mao Daichi es La reina de las voces
Katagiri Hairi es La reina engullelotodo
Lindsay Kay Hayward es La presidenta
Suzuki Matsuo es El administrador del club
Gin Maeda es El abuelo
Hitoshi Matsumoto es El policía
Entre otros
Hitoshi Matsumoto es uno de los comediantes más transgresores de Japón hoy día, conocido por su humor ácido y crítica a la cultura popular japonesa, resultado de su personalidad y su vida familiar de pobreza. Como tal no tuvo una formación cinematográfica, y dio el salto a la fama tras una audición en Yoshimoto Kōgyō con su amigo de la infancia Hamada. Es hasta el 2007 que debuta con Big Man Japan, la cual no sólo escribe y dirige sino también protagoniza, una comedia en formato de falso documental aplaudida en el Festival de Sitges, sobre kaijus y superhéroes. R100 por su parte es su cuarta y última película, al igual que las demás, una comedia negra delirante que apunta con causticidad a la monotonía y sumisión de una sociedad nipona (que bien podría ajustarse a otras naciones).
Un "drama familiar" conducido por el sadomasoquismo cuando nuestro protagonista en un intento de escapar de su anodina realidad ingresa a un club bondage donde virtuosas dominatrix aparecerán de forma inesperada en su día a día. Siendo, el opio de la realidad un reflejo más de su vida misma, un constante obedecer, acostumbrado a la humillación y no encontrando placer salvo por conducto de ella. De este modo nuestro protagonista Katayama se hundirá más en su miseria, no importa que tan pisoteado sea, el placer siempre será la recompensa... y veces así pasa, acostumbrados a lo insustancial de la vida, ¿qué podría empeorar?, mejor encontrarle gusto. Aunque la perspectiva cambia cuando nuestra decisión afecta a las personas que amamos. El club bondage ya no es tan divertido como parecía, empieza a dominar su vida, a amenazar la de sus seres queridos, y el problema es: ya no hay vuelta atrás, no puedes clausurar tu membresía. ¿La solución? Hacerle frente y revertir los papeles, y al son del Himno a la alegría de Beethoven se concebirá un nuevo ser, lejos de un cobarde más, un sádico.
Una historia disparatada gratamente multiforme. Es cuando lo absurdo aun arrastrando malos gags raya a ratos la genialidad. Pues está metáfora de la vida dirigida con tal surrealismo se aleja de toda previsibilidad, permitiéndonos decir a ratos un “¿en serio?” Y es curioso, no es tan excesiva, pero sí… es capaz de recrearse con algunas escenas demoledoras en cuanto a su mensaje (el momento que comparte con La reina de la saliva y La reina de las voces).
Por otro lado, hay quienes sí, a mí no me agrada mucho, encontramos esa afición de Matsumoto por hacer cine dentro del cine: un par de entrevistas sobre la imponente presidenta del club bondage, esto está bien, lo que no mucho es “el director de 100 años” y el círculo esnob de críticos de cine que fungen como interludio en R100. Matsumoto se adelanta a nuestras conjeturas con cinismo diciéndonos: “sí, sé lo que están pensando y poco me importa”. Ello, punto positivo, aunado a la mofa de los recursos típicos del cine por atraer nuestra atención en momentos clave (la tetera por ejemplo).
En cuanto a su narrativa; consigue un ritmo que nos más tiene interesados en todo su metraje: los primeros 20 minutos son divertidos, pero prontamente se tornan repetitivos (a las 40 empieza a bordear el límite), y por fortuna es cuando Matsumoto tuerce la historia, depurando sus extravagantes planes. Técnicamente es indiscutible, y de gran calidad para una película de sus características. La fotografía en su paleta casi monocromática ideal para generar un ambiente de hostilidad y decadencia. La actuación equilibrada, donde al parecer Matsumoto no se pudo contener a hacer su aparición aunque sea algunos minutos.
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